English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German temas para windows Spain cartas de presentación Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

Café, libro en mano y mañas del destino.

Otoño. La estación de las hojas muertas y los recuerdos destructivos.
Abril. El mes de la nostalgia, el desencuentro y el fallido intento de olvido.
Ella. La chica de la mirada penetrante, la sonrisa encantadora y las piernas "kilométricas".

La ciudad estaba vestida por una gran variedad de colores que iban desde el verde hasta el bordó. Sí, las hojas empezaban a caer y el viento a soplar más y más fuerte.
Sara se despertó esa mañana nublada del mes de Abril, sin ganas de sacar un pie de la cama. Boris, su pequeño gatito fue quien hizo que decidiera levantarse. Siempre era él el que terminaba sacándola de la cama y enfrentándola a la realidad tras largos ronroneos. Alegre y confundida por los sueños de la noche anterior, Sara continuó con la típca rutina de todas las mañanas: cepillarse los dientes, prender la radio, pasearse por toda la casa con uno de esos remerones que solía usar para dormir, mientras cantaba en voz alta, se maquillaba y elegía que vestir. Salió de casa y no pudo jamás si quiera imaginar que podía pasar, sin planear el día ni intentar solucionar ciertos agobiantes problemas.
Llegó al café al que recurría con frecuencia y se sentó, como siempre, en la esquina del gran ventanal que daba a plena Avenida Argentina. Solía sentarse horas allí y hasta tomar varias tazas de café. Le gustaba observar a los transeúntes yendo y viniendo. Estaba acompañada por una joya de la literartura, acompañada por una gran recopilación de cuentos de Borges, su fiel compañero. Pidió el clásico de los Martes: Un exprimido de naranja, un café y uno de esos alfajores que tanto le gustaban, (A decir verdad, lo único que variaba en sus desayunos era lo que comía. Todos los Martes, tocaba un alfajor).
-"Noches hubo en que me creí tan seguro de poder olvidrla que voluntariamente la recordaba" -Leyó en voz alta e inmersa en el libro -¡Por lo menos no soy la única a la que le pasa... OLVIDARLO DEBERÍA!.-Se dijo a sí misma.
Al darse cuenta de lo que había hecho, miró a su alrededor esperando que nadie la oyera. Podría decirse que en ese preciso momento su vida... cambió. Se produjo una cruzada de miradas con un sujeto que acababa de llegar al lugar con un aspecto serio y malhumorado. Sara supo que algo no andaba bien, su corazón latía rapidamente y parecía una bomba a punto de estallar.
Aquél muchacho se sentó en diagonal a ella en unos cómodos silloncitos ubicados debajo de una tenue luz color naranja. Ella, no tuvo mejor idea que prender un cigarrillo para canalizar esos nervios que raramente recorrían su cuerpo dejándola dudosa de su salud y hasta de su cordura.
Cuando el juego exprimido estaba terminado y el cigarrillo a medio consumir, escuchó una voz muy baja, casi como un susurro diciendo:  
-"Nuestra mente es porosa para el olvido, yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la engorrosa erosión de los años, los preciosos rasgos de Beatriz"...
Levantó la mirada y lo vio ahí, parado a su lado con su café en mano y mirando el libro. ¡BAM! Su ojos volvieron a chocar. Decidido se sentó sin esperar invitación y en silencio se quedó mirando a la gente a través del ventanal que los separaba del caos rutinario y los trabajadores apurados. Ella sin disimulo lo miraba mientras terminaba el bastoncito cancerígeno.
Pasaron varios minutos hasta que terminaron sus respectivos desayunos. El silencio se había hecho protagonista de la historia hasta que el joven lo rompió:
- De no haber perdido el vuelo a mi Buenas Aires querido. De no haberle pedido al taxista que me dejara en la esquina donde los pibes hacen malabares y hasta de no haber entrado acá casi con bronca y mirando para todos lados, no te habría visto.
Ella sólo sonrió y le quitó la mirada de encima. Todavía sentía esos síntomas extraños cuando de él se trataba.
-Definitivamente, hoy fue mi día de suerte.-Agregó.
-Claro, por haber perdido el avión y estar con mal humor. Sin mencionar que no estas en tu Buenos Aires querido y quedaste por lo pronto atascado en esta ciudad donde la soledad te acompaña incluso cuando estas rodeado de gente, donde los pibes malabarean para conseguir plata y los transeúntes te atropellan porque vayas para donde vayas, SIEMPRE VAS CONTRACORRIENTE. Donde...
-Donde los árboles desnudos parecen pintados y el cielo con sus extraños colores rosados, anaranjados, blancos y celestes son toda una obra de arte. Donde aquellos transeúntes que te atropellan se mueven con ligereza y hasta con destreza diría yo, formando si ves desde lejos, una especie de coreografía dirigida por las bocinas de los autos y esos pájaros cantores que nunca callan. Donde la chica más sarcástica, atractiva y de buenas elecciones literarias se sienta sola en un café y por más que te acerques no te dirige ni una palabra... Sí, es mi día de suerte y debería anotarlo en un calendario porque nunca en mi vida pensé quedar hipnotizado por tales bellezas.- Dijo interrumpiéndola.
-¡Wou! Creo que nunca antes escuché a alguien describir mi ciudad mirada a través de mis ojos y pensada a mi manera. Creo que nunca nadie notó la magia desde ese punto de vista, exceptuándome, claro.
El silencio volvió durante unos segundos y ambos sonrieron.
-"Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad." -Dijo él.
-Fue un placer de verdad haber compartido en un inesperado encuentro tal conversación. Deberíamos hacerlo más seguido... eso de sentarnos con desconocidos y admirar cosas como estas. Espero que tengas un buen día y que cada vez que estés acá pierdas los vuelos y te vengas a tomar un café. Nunca pude negarme a las buenas compañías. Adiós extraño.
Tomó su libro y se fue sin más, sonriendo por la calle y siguiendo su rumbo a donde... a donde sus pies se dirigieran.

"Un hombre se confunde gradualmente con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias."


No hay comentarios:

Seguidores